El dopaje en la RDA: el escabroso caso de Heidi Krieger

En mayo de 1945 finalizaba la Segunda Guerra Mundial en Europa. Las potencias aliadas, decidieron dividir el territorio alemán en cuatro partes para una mejor gestión del mismo. Pronto comenzaron los roces entre los países vencedores, lo que desembocó en la unión de los la zona oeste, mientras que la zona que había quedado bajo el dominio soviético se “independizó” en 1949, dando lugar a la República Democrática Alemana. La RDA contaba con apenas 16 millones de habitantes y pocos países la reconocieron en un principio.

La falta de reconocimiento exterior hizo que los dirigentes del nuevo país se centraran en el deporte. Nació así la mayor instrumentalización del deporte que se ha dado en la historia. La RDA se convirtió en la segunda potencia mundial, sólo detrás de la Unión Soviética, gracias al trabajo de más de 1800 científicos, quienes trabajaron durante más de diez años para crear un producto indetectable, el Oral Turinablol.

El dopaje se convirtió en una rutina, comenzando a dopar a los niños, aduciendo que se trataban de vitaminas para que no enfermaran, irónicamente, se denominaban estos productos como “sustancias de apoyo”. Se estima que fueron más de 10.000 atletas, de los cuales cerca de unos 2.000 pueden padecer problemas de salud derivados de los esteroides, tales como problemas de corazón, tumores de hígado, cáncer, infertilidad, depresión y malformaciones en los fetos en el caso de las mujeres. Durante todo ese periodo fueron varios los deportistas que notaban cosas extrañas. En esos casos, la Stasi, servicio secreto de la RDA, se encargaba de que los deportistas no siguieran haciendo preguntas incómodas, a la vez que se les recordaba su compromiso de lealtad con la patria.

La RDA cumplió sus objetivos y consiguió dominar en el mundo, convirtiéndose en la segunda potencia mundial. Los éxitos causaban tanta admiración como suspicacias. Un ejemplo de este éxito fue en los Juegos Olímpicos de Montreal, donde se hicieron con once de los trece títulos en natación, pero ninguna de los deportistas alemanes dio positivo en el control antidoping.

Heidi Krieger, ahora Andreas Krieger, en el Campeonato de Europa de 1986 (Photo credit: Wikipedia)

De todos los casos de dopaje en la RDA destaca uno por encima de todo: Andreas Krieger. Andreas, nacida como Heidi, era una chica alta y delgada, que fue captada por los ojeadores deportivos de la extinta RDA. Comenzaron a administrarle Oral Turinablol con apenas 16 años, bajo la excusa de que eran vitaminas. Estos productos cambiaron en poco tiempo su aspecto por completo. El tratamiento que recibió se basó en androgénicos. Estos productos no suelen administrarse a mujeres y mucho menos en las cantidades en las que se le administraron. Hay que tener en cuenta que a Heidi Krieger se le administraron más anabolizantes de los que se le dieron a Ben Johnson. Pronto comenzó a sufrir cambios en su cuerpo: “Se transformó mi estructura muscular, se me alteró la voz haciéndose más grave, me creció mucho el vello y se comenzaron a modificar mis órganos genitales”.

Heidi tuvo que aceptar un cuerpo que no era suyo, lo que le derivó en problemas psicológicos, ya que se sentía atraída por las mujeres, pero no se sentía lesbiana. Finalmente optó por un cambio de sexo en 1998. Su aspecto era tal, que cuando se lo comentó al doctor, este pensó que quería transformarse en una mujer.

En la actualidad, Krieger está casado con una antigua nadadora de la Alemania Oriental. Andreas está pagando una vida de esfuerzos físicos y dopaje involuntario. No puede realizar grandes esfuerzos y no puede dormir de lado.

Andreas terminó por entregar su medalla, una medalla que le había costado la salud ganarla, pero de la que se sentía tremendamente avergonzado. Esa medalla sirvió de inspiración para crear la “Medalla Heidi Krieger” que se otorga anualmente a los alemanes que luchan más arduamente contra el doping.